París – El fabuloso destino de Lola y Reí
Dicen que París tiene el poder de transformar una simple caminata en una historia de amor, un día común en una película de aventuras, y los rincones más modestos en escenarios mágicos. Para nosotros, nuestro recorrido por París fue mucho más que una exploración turística: fue como vivir nuestro propio «Fabuloso Destino» — no el de Amélie Poulain, sino el de Lola y Reí.
Un comienzo mágico en Montmartre: tras los pasos de Amélie
El día comenzó en Montmartre, donde el alma bohemia de París se respira en cada esquina. Visitamos la icónica Rue Lepic, donde se encuentra el encantador Café des Deux Moulins, escenario de tantas escenas memorables de El Fabuloso Destino de Amélie Poulain. Aquel café, con sus luces cálidas y ambiente pintoresco, fue una parada obligatoria. Allí, casi podíamos imaginar a Amélie misma sirviendo cafés o creando planes para mejorar la vida de quienes la rodeaban.
Tras nuestra breve visita, continuamos el paseo hacia la majestuosa Basílica del Sacré-Cœur, que se alza como un guardián silencioso sobre París. Subimos hasta su cima, donde el aire fresco y las vistas sobre la ciudad nos invitaron a dejar nuestro propio candado del amor, un pequeño símbolo de lo que hemos construido juntos y del futuro que estamos deseando vivir. Fue un momento íntimo, rodeados de la inmensidad de París, pero sintiéndonos como si solo existiéramos Lola y yo.
Explorando los secretos de Montmartre
Nuestra ruta nos llevó después a la Place du Tertre, donde los pintores callejeros capturan el alma artística del barrio. Pero más allá de los retratos y las animadas conversaciones, había algo especial en cada callejuela que recorríamos: era como si París nos estuviera contando una historia, cada esquina revelando una nueva página de nuestro propio destino fabuloso.
Nos detuvimos en el famoso Muro de los Te Amo en el Square Jehan Rictus, donde las palabras «Te amo» están escritas en más de 300 idiomas. Frente a ese muro, me di cuenta de que el amor es, al igual que París, un lenguaje universal que no necesita traducción.
Poco después, caminamos hacia el Moulin Rouge, cuyas luces vibrantes y atmósfera cargada de historia nos hicieron pensar en todas las historias que esas paredes han presenciado a lo largo de los años.
Sin embargo, nuestro momento de auténtico descubrimiento no fue el cabaret, sino algo mucho más delicioso: una visita a Land&Monkeys Amsterdam, una panadería vegana que redefinió nuestra idea del pan y la repostería. Nunca habíamos probado algo tan delicioso; cada bocado era una revelación.
Desde el Arco de Triunfo hasta la Torre Eiffel: París a nuestros pies
Después de recargar energías con los sabores parisinos, comenzamos una de las partes más icónicas del recorrido. Pasamos brevemente por el imponente Arco de Triunfo, pero decidimos seguir caminando, cruzando la Plaza del Trocadero hasta alcanzar el símbolo indiscutible de París: la Torre Eiffel. Allí, el ambiente era simplemente mágico. A cada paso que dábamos hacia la torre, la emoción crecía, hasta que finalmente llegamos a la Rue de l’Université, donde el ángulo perfecto nos permitió hacer una sesión de fotos para nuestra cuenta de Instagram, inmortalizando un momento que parecía sacado de un sueño.
En ese rincón tan fotogénico, con la Torre Eiffel de fondo, hice una pregunta que me venía rondando desde hace tiempo: «Lola, ¿Quieres viajar conmigo?». No fue una propuesta de matrimonio, pero fue una propuesta igual de importante. Fue el inicio de algo aún más grande, nuestra promesa de explorar el mundo juntos, comenzando por este viaje que, de alguna manera, marcaba el inicio de un destino compartido.
Los jardines, el Louvre y una parada romántica
Nuestro paseo nos llevó a través de la Plaza de la Concordia y el majestuoso Puente Alejandro III, hasta los hermosos Jardines de las Tullerías, donde el tiempo parece detenerse y la belleza de París se despliega en cada flor y fuente. Al llegar a los alrededores del Museo del Louvre, nos tomamos un momento para admirar las pirámides de cristal que brillaban bajo el sol parisino.
Después de una larga caminata, cruzamos el Pont des Arts, el puente más romántico de París. Allí, con las luces reflejándose en el Sena, nos dimos cuenta de que habíamos recorrido más de 20 kilómetros en un solo día, pero cada paso había sido una aventura. Y como buenos viajeros, hicimos una parada gastronómica en Culture Crêpes, donde degustamos deliciosas crêpes que reponían nuestras fuerzas y añadían un toque delicioso a nuestra jornada.
El epílogo perfecto: París de noche y champagne
Aún no habíamos terminado el día. Aunque estábamos agotados, decidimos comprar una botella de champagne para llevarla de vuelta a nuestro Airbnb en Montmartre. Allí, entre risas y complicidades, brindamos por un día que había sido intenso y perfecto. París había hecho de las suyas; se había infiltrado en nuestra piel y en nuestros corazones.
Sin embargo, no podíamos irnos a dormir sin un último toque de magia. A pesar del cansancio, decidimos coger una moto eléctrica Yego y regresar a la Torre Eiffel de noche. París, iluminada y vibrante, nos dio la despedida que merecíamos. Las luces centelleantes de la torre, el aire fresco de la noche y la sensación de estar en uno de los lugares más románticos del mundo nos dejó sin palabras. Simplemente nos miramos, sonriendo, y supimos que ese día, al igual que el destino de Amélie, había sido único e irrepetible.
París, el comienzo de nuestro fabuloso destino
París, la ciudad de las luces, de los amores eternos y de las historias que parecen sacadas de una película, nos regaló mucho más que recuerdos fotográficos. Nos dio la certeza de que estamos destinados a seguir explorando el mundo juntos, de que cada viaje será una nueva página en nuestra propia historia fabulosa.
Ese día de 20 kilómetros, de candados de amor, de rincones emblemáticos y de luces titilantes, fue solo el comienzo. El comienzo de un fabuloso destino que, como los personajes de una película, estamos construyendo juntos, paso a paso, ciudad a ciudad.